Relato, cuento, Ana Abreg, escritora argentina, literatura latinoamericana, Metaliteratura, revista de literatura latinoamericana.
Desde que se estuvieron enviando sondas al espacio, se ha fantaseado con todo tipo de cosas respecto a la realidad del hombre en el cosmos.
Aún circula la versión de si es cierto o no que el hombre dejó huella en la luna.
La última sonda que se lanzó, a Marte, tuvo una estudiada y cuidadosa trayectoria de dónde estacionar, un enorme cráter cerca del ecuador marciano.
El cráter, de nombre Gale, dicen que nació cuando un meteorito con comportamiento espermático, trató de penetrar el planeta, hace más de 3.000 millones de años.
Capa sobre capa, la historia del Rojo, se fue escribiendo en las rocas marcianas, hasta generar una montaña de datos a la que llaman Monte Sharp. El lugar fue elegido desde que se recibieron señales e imágenes de sondas anteriores, y análisis del suelo.
Hay indicios de que hubo agua, hay evidencias de arcillas y sales de sulfatos, que si no fuera porque faltan nutrientes y energía, bien podría especularse con alguna forma de vida.
Sin embargo, ninguna conjetura científica sirvió cuando las cámaras encontraron una huella en Marte.
Los científicos buscan alguna explicación.
No se ha llegado a ninguna forma de probar que la huella en la luna pertenece al hombre, que aparece esta otra, aunque de naturaleza completamente diferente a la esperada.
Se ha encontrado la huella de un beso. Enterrado desde quién sabe cuándo, empedrado, fosilizado, generando rápidamente la idea de que el amor, junto a la constante de Planck, desempeña un importante papel en la teoría del universo.